martes, 15 de septiembre de 2009

Sona Mariama (cuento Senegal)

Había una vez un hombre que tenía una preciosa hija. Él se dijo a si mismo un día: "Mi hija es tan bonita que no dejaré que se case con ningún hombre. Yo mismo me casaré con ella".
Su mujer se entristecio cuando él le contó su decisión, pero simplemente dijo:
-De acuerdo.
Cuando la hija se hizo mayor, el padre anunció que se casaría con ella. Llamó a su hija para hablar con él y le dijo que sería su esposa. La muchacha contestó:
-Tu no me tomarás como esposa. Si no encuentras un buen marido para mi, iré a la selva y me encontraré con el elefante salvaje y dejaré que me mate.
Pero el padre insistio en que quería casarse con ella. Dijo también que la boda sería al día siguiente. La madre entonces avisó a la hija:
-Lo que debes hacer es esto: mañana por la mañana ven a verme temprano y pídeme la calabaza para transportar el agua. Asegúrate de que tu padre esté conmigo. Di en su presencia: "Madre, voy al pozo a buscar un poco de agua". Cuando llegues al pozo dejas la calabaza allí y luego corre lejos.
La hija estuvo de acuerdo con el plan trazado. Al día siguiente el padre mató una vaca. Luego se preparó para la boda. Mientras se estaba preparando llegó la hija y preguntó por la calabaza.
-Debo sacar agua del pozo -dijo- para prepararme para la boda.
Cogió la calabaza y la dejó al lado del pozo. Luego corrió rápidamente hacia la selva. Después de correr un rato se encontró a un búfalo. Él la miró con atención y le dijo:
-Chica, eres realmente preciosa.
Sona Mariama sonrió pero no dijo nada.
-¿Dónde vas? -le preguntó el búfalo.
-Voy a ver al elefante salvaje para dejar que me mate -dijo. Entonces empezó a cantar tristemente:
Mi padre dijo que yo, Sona Mariama, sería su esposa.
Mi madre dijo que yo, Sona Mariama, sería su coesposa.
Mis hermanos dijeron que yo, Sona Mariama, sería su madre.
Mis niños dirán que yo seré su abuela.
El búfalo dijo:
-Yo jamás he visto nada semejante, Sona Mariama. Tampoco nunca he oído nada semejante, Sona Mariama. Niña, has hecho bien en correr lejos.
La chica continuó su camino. Más lejos encontró a un león. El león quedó sorprendido de ver a una chica tan bonita. Y dijo:
-Eres una muchacha muy bonita ¿Adónde vas?
-Voy a ver al elefante salvaje para que me mate -dijo.
Mi padre dijo que yo, Sona Mariama, sería su esposa.
Mi madre dijo que yo, Sona Mariama, sería su coesposa.
Mis hermanos dijeron que yo, Sona Mariama, sería su madre.
Mis niños dirán que yo seré su abuela.
El león contestó al igual que lo hizo el búfalo:
-Yo jamás he visto nada semejante, Sona Mariama. Tampoco nunca he oído nada semejante, Sona Mariama. Niña, has hecho bien en correr lejos.
Como antes, la chica continuó su viaje, hasta que se encontró a un conejo. El conejo quedó perplejo por su belleza y le preguntó a dónde iba. Sona Mariama le contó su historia, y le dijo que estaba buscando al elefante salvaje para que la matara.
-Soy el mensajero del elefante salvaje -dijo el conejo-. Déjame que te lleve hasta él.
Sona Mariama siguió al conejo hasta la parte más densa de la selva. Intentó recordar el camino por el cual había llegado hasta allí pero no pudo. "No importa" pensó. "Da igual que esté perdida. Pronto me encontraré cara a cara con el elefante salvaje y este será mi final". El conejo iba delante y Sona Mariama lo seguía hasta que llegaron a una densa arboleda.
-Aquí es donde vive el elefante salvaje -dijo el conejo-. ¿Quieres entrar a verlo o prefieres correr lejos?
-Debo verlo inmediatamente -dijo Sona Mariama, que entró en el círculo de árboles.
Dentro estaba oscuro, pero pudo oír cómo la tierra retumbaba cuando el elefante se levantaba de su sueño y se acercaba a ella.
-¿Quién ha osado entrar en mi refugio? -murmuró el elefante.
-He sido yo, Sona Mariama -dijo la chica.
El elefante salvaje se paró en cuanto la vio. Era realmente preciosa.
-Siéntate -dijo-. Ahora cuéntame por qué has venido a estorbar mi sueño.
-He venido para morir -respondió ella.
Mi padre dijo que yo, Sona Mariama, sería su esposa.
Mi madre dijo que yo, Sona Mariama, sería su coesposa.
Mis hermanos dijeron que yo, Sona Mariama, sería su madre.
Mis niños dirán que yo seré su abuela.
El elefante salvaje dijo:
-Yo jamás he visto nada semejante, Sona Mariama. Tampoco nunca he oído nada semejante, Sona Mariama. Pero todavía no puedo matarte. Dile al conejo que te lleve hasta el campamento del rey y deja que él decida.
Ella estuvo de acuerdo en ir con el conejo. Cuando llegaron, encontraron al rey y a todos sus consejeros sentados. Todos quedaron sorprendidos de la belleza de la muchacha...

-¡Qué bonita eres! ¿Cómo te llamas? -le preguntaron.
-Sona Mariama -contestó.
-¿Por qué has sido traída aquí?
Les contó el plan de su padre y cómo, con la ayuda de su madre, había escapado hasta la selva. Les contó que se había encontrado al búfalo y al león. También cómo el conejo la había conducido hasta el elefante salvaje y de que éste se había entristecido por ella y había dejado el caso en manos del rey. El rey quedó sorprendido por su historia. Inmediatamente llamó a un mensajero para que trajera al padre con ellos. Cuando fue traído ante la corte, el padre se arrojó a su merced. Estaba profundamente arrepentido de su comportamiento. El rey no lo castigó, pero fue enviado a casa en desgracia. Luego, el rey dijo a sus consejeros:
-Traigan el Tambor Real.
Empezaron a tocar el tambor. Cantaban:
El Tambor Real suena... por Sona Mariama... por Sona Mariama... Sona Mariama.
Cuando la gente oyó el tambor, se acercaron al campamento del rey. Había fiesta y bailaban. Todo el mundo estaba contento en esos momentos. El sonido del tambor real por una mujer significaba que el rey quería casarse con ella. Y ese tambor continua sonando en este día. Sona Mariama se casó con el rey.

lunes, 24 de agosto de 2009

viernes, 14 de agosto de 2009

UNA MUÑECA EXCLUSIVA

Ana tenía una pequeña muñeca de trapo a la que llamaba Perla. Era una muñeca simple, incluso anodina, pues no había nada en ella que, a primera vista, llamara la atención. A Ana no le gustaba nada aquella muñeca, pero sus padres no tenían dinero parar comprarle otra, así que, muy a su pesar, tenía que jugar con Perla.“La odio”, les decía a sus padres. “Es una muñeca vulgar y aburrida.”Perla se sentía muy infeliz cuando oía aquellas palabras, pero quería tanto a su dueña que siempre la perdonaba. Se decía a sí misma: ‘seguro que algún día Ana también me querrá a mi; sólo tengo que esperar’.
Un día, Ana invitó a unas amigas a su casa y todas sacaron sus muñecas para jugar. Pero en cuanto vieron a Perla, las niñas se echaron a reír.“¡Qué muñeca tan fea!”, dijo una. “Tiene una cara sosísima, y no tiene vestidos de noche exclusivos, ni un peinado exclusivo, ni unos zapatos exclusivos.”“Es súper normal”, dijo otra. “O sea, ¡es casi anti fashion!”“Por el amor de Dior”, dijo la tercera mirando a Ana, “qué horror tener una muñeca que no es exclusiva, ¿no?”
Ana estaba terriblemente avergonzada. Veía las muñecas de sus amigas, todas con sus ropas exclusivas, sus rizos exclusivos y sus complementos exclusivos… y, mientras, ella tenía que conformarse con Perla.Estaba harta, así que, aquella misma noche, Ana se metió en la cama y esperó a que su madre acudiera a darle el beso de buenas noches para decirle:“Mamá, ya no puedo más. Quiero que me compréis una muñeca nueva. Una que sea fashion y cool, como la de mis amigas. Una muñeca exclusiva.”La madre de Ana la vio tan decidida que tuvo que ceder:“De acuerdo, hija, buscaremos una de esas muñecas que dices.”
Al oír aquello, Perla se sumió en una tristeza de trapo. Se pasó toda la noche despierta pensando en qué sería de ella cuando Ana tuviera una nueva muñeca y se deshiciera de ella. Aunque Ana siempre la trataba con desprecio, Perla la adoraba. La quería con toda su felpa.Y de pronto, cuando el reloj marcó las tres de la madrugada, Perla tuvo una idea.Caminó hasta el escritorio de Ana y se encaramó al panel de corcho en el que la niña colgaba sus dibujos.‘Si quiere una muñeca exclusiva, tendrá una muñeca exclusiva’, se dijo.
Arrancó del corcho cinco chinchetas y las usó para hacerse… ¡piercings! Piercings en los labios, en las dos orejas y en las dos cejas. Cuando terminó, bajó del escritorio y fue a mirarse al espejo del ropero. Estaba satisfecha. Su aspecto era ahora absolutamente fashion. Absolutamente exclusivo.Perla se acostó de nuevo en la cama e imaginó lo que sucedería a la mañana siguiente cuando Ana la viese. ¡Una muñeca con piercings!‘Sin duda gritará de emoción al ver lo exclusiva que soy ahora’, se dijo la muñeca. ‘Y ya no pensará en deshacerse de mi. Tal vez incluso empiece a quererme. ¡Oh, eso sería fantástico!’
Pero lo que sucedió a la mañana siguiente fue algo para lo que ni siquiera Perla estaba preparada. Ana se despertó y, al abrir los ojos, no vio a su muñeca. Ni tampoco gritó de emoción. Porque Ana se había despertado muda, sorda de los dos oídos y ciega de los dos ojos.
Así fue como la niña descubrió que su muñeca siempre había sido la más exclusiva del mundo, pues era nada menos que una muñeca vudú. Y desde aquel día jamás se separó de ella. Es más, durante el resto de su vida trató a Perla con sumo cariño, mimándola como nadie había mimado nunca a una muñeca, porque sabía lo que podría pasarle si Perla sufría algún daño.

FIN

sábado, 8 de agosto de 2009

LA MUÑECA DE KAFKA

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de veces, Dora, su pareja, lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa.
“¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. ¡Tres semanas! Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la mueca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, sin no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de despedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.
PAUL AUSTER