martes, 29 de abril de 2014

TERE, LA OVEJITA DORMILONA

“Tere” era una ovejita dormilona que vivía junto con sus compañeras de rebaño en un precioso pueblecito rodeado de montañas. Todos los días las ovejitas salían a pastar por la montaña y regresaban al establo poco antes de la puesta del sol.

“Tere” había recibido este apodo de sus compañeras porque, siempre, después de comer su ración de pasto, buscaba la sombra de un árbol y se quedaba bien dormida.
Roncaba con mucha fuerza, que molestaba a las otras ovejas. Además éstas tenían que despertarla al regresar al pueblo, pero, un día, decidieron darle un buen escarmiento.
– Hoy no avisaremos a “Dormilona”. Cuando despierte y no vea a nadie, se llevará tremendo susto. Así aprenderá a dejar el sueño para la noche y a valerse por sí misma -dijo una de las ovejas.
En efecto, después de comer, “Tere”, tal y como acostumbraba, buscó la sombra protectora de un árbol y, al cabo de unos instantes, se quedo bien dormida. Tal como lo habían acordado sus compañeras se fueron al pueblo sin llamarla. Cuando “Tere” se despertó, ya casi era de noche. Al verse abandonada, se asusto mucho y de prisa regreso al establo sola. 
Al llegar a éste, “Tere” fue amonestada por sus compañeras.
–De ahora en adelante, ninguna de nosotras va a ser tu “despertador”. Esperamos que lo de hoy te haya servido -le dijo una de ellas. 
Sí, “Tere”, dormilona... ya no volvió a merecer tal nombre, pues comprendió que no había actuado bien con sus compañeras. Cada cosa, en su momento, amiguitos.

Moraleja:

¡Con responsabilidad debes proceder, o a las consecuencias te debes atener!

LOS SUEÑOS DEL SAPO - a Felipe Fuentes

Una tarde un sapo dijo: 
–Esta noche voy a soñar que soy árbol. Y dando saltos, llegó a la puerta de su cueva. 
Era feliz; iba a ser árbol esa noche. 
Todavía andaba el sol girando en la rueda del 
molino. 
Estuvo un largo rato mirando el cielo. Después bajó 
a la cueva, cerró los ojos y se quedó dormido. 
Esa noche el sapo soñó que era árbol. A la mañana 
siguiente contó su sueño. Más de cien sapos lo 
escuchaban. 
–Anoche fui árbol –dijo–, un álamo. Estaba cerca de 
unos paraísos. Tenía nidos. Tenía raíces hondas y 
muchos brazos como alas, pero no podía volar. Era 
untronco delgado y alto que subía. Creí que caminaba, pero era el otoño llevándome 
las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia. Siempre estaba en el mismo sitio, 
subiendo, con las raíces sedientas y profundas. No me gustó ser árbol. 
El sapo se fue, llegó a la huerta y se quedó descansando debajo de una hoja de 
acelga. Esa tarde el sapo dijo: 
–Esta noche voy a soñar que soy río. 
Al día siguiente contó su sueño. Más de doscientos sapos formaron rueda para oírlo. 
–Fui río anoche –dijo–. A ambos lados, lejos, tenía las riberas. No podía escucharme. 
Iba llevando barcos. Los llevaba y los traía. Eran siempre los mismos pañuelos en el 
puerto. La misma prisa por partir, la misma prisa por llegar. Descubrí que los barcos 
llevan a los que se quedan. Descubrí también que el río es agua que está quieta, es la 
espuma que anda; y que el río está siempre callado, es un largo silencio que busca 
las orillas, la tierra, para descansar. Su música cabe en las manos de un niño; sube y 
baja por las espirales de un caracol. Fue una lástima. No vi una sola sirena; siempre 
vi peces, nada más que peces. No me gustó ser río. 
Y el sapo se fue. Volvió a la huerta y descansó entre 
cuatro palitos que señalaban los límites del perejil. 
Esa tarde el sapo dijo:–Esta noche voy a soñar que 
soy caballo. 
Y al día siguiente contó su sueño. Más de 
trescientos sapos lo escucharon. Algunos vinieron 
desde muy lejos para oírlo. 
–Fui caballo anoche –dijo–. Un hermoso caballo. 
Tenía riendas. Iba llevando un hombre que huía. 
Iba por un camino largo. Crucé un puente, un pantano; toda la pampa bajo el látigo. 
Oía latir el corazón del hombre que me castigaba. Bebí en un arroyo. Vi mis ojos de 
caballo en el agua. Me ataron a un poste. Después vi una estrella grande en el cielo; 
después el sol; 
después un pájaro se posó sobre mi lomo. No me gustó ser caballo. Otra noche soñó 
que era viento. Y al día siguiente dijo:–No me gustó ser viento. 
Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente: –No me gustó ser luciérnaga. 
Después soñó que era nube, y dijo: –No me gustó ser nube. 
Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua. Otra noche soñó que 
era viento. Y al día siguiente dijo: 
–No me gustó ser viento. Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente: 
–No me gustó ser luciérnaga. Después soñó que era nube, y dijo:–No me gustó ser 
nube. Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua. 
-¿Por qué estás tan contento? -le preguntaron. 
Y el sapo respondió: 
-Anoche tuve un sueño maravilloso...
Soñe que era sapo. 

Javier Villafañe 

jueves, 19 de julio de 2012

Antonella es su nombre......

Antonella cumplía años muy pronto y se apresuraban con los preparativos los padres, familiares y sus primos. La lista era interminable: la torta, las tarjetas, el vestido, los zapatos y muchas cosas más. Pero Antonella estaba descontenta pues nadie la entendía. “Lo que pasa es que yo no quiero una fiesta de niños. Yo quisiera una fiesta como hacen la gente mayor, algo diferente”, decía Antonella. Una noche, Antonella soñaba que un hada le decía que pida tres deseos por su cumpleaños, pero debía tener cuidado con sus pedidos porque se iban a cumplir inmediatamente. Antonella, en sueños, a la hora de hacer el tercer pedido pensó en ser grande. Su deseo fue concedido. Al principio parecía gustarle su nueva vida. Salía cuando quería, sin pedir permiso, y llegaba a la hora que mejor le parecía sin rendir cuenta a nadie. Hasta que pasó el gran susto de su vida: unos chicos la seguían y estuvo a punto de que la alcancen, pero ella pudo librarse de ellos con ayuda de otras personas...

Lo malo de todo es que  Antonella  estaba sin su familia, muy sola. Pasaron los días y empezó a sentirse vacía. Entonces se le apareció el hada madrina y le dijo: “Tienes una última oportunidad para pedir otro deseo”.  Antonella  estaba sudando y llorando mientras soñaba, pero recordando a su familia y lo bien que estaba con ellos cuando era una niña, deseó con todo su corazón volver a la vida de hogar que no pudo valorar cuando era pequeña. El hada sonrió y le dijo: “Buena decisión, deseo concedido”. Cuando  Antonella  despertó, estaba rodeada de su familia. Estaban despertándola alrededor de su cama para cantarle por el día de su cumpleaños. La niña estaba feliz. Miraba a todos lados y todo era como siempre. Pensó en cómo era posible desear cambiar su vida cuando en ese momento lo tenía todo para ser feliz... 


miércoles, 27 de junio de 2012

Conejo Saltarín y Mau con flequillo




En una tarde de sol a un niñito chiquitito le conpraron un conejo que saltaba y reboloteaba mucho, Mau, el niño se alegró y le gustó y le quiso poner Saltarín.


Saltarín podía escalar paredes y trepar árboles pero lo único que le gustaba más era escalar hasta el techo de un edificio, el siempre trataba de escalar los edificios pero Mau, el niñito lo impedia y durante la noche como sabían ya que le gustaba trepar a los edificios lo amarraron con una cuerda hasta que Saltarín tuvo una idea, como los conejos tienen que usar tanto los dientes decidió mascar y morder la cuerda hasta que se rompiera y lo logró, se escapó por un rato de la casa a un edificio y lo trepó pero saltó tan alto que no vió un trampolin y saltó sobre él sin darse cuenta y se cayó del edificio y tuvo la suerte de que paso un hombre y lo atrapó.


Al día siguiente el niño quería darle comida y vió que no estaba, pero el niño tuvo también tanta suerte que vió pasar al hombre que tenia a Saltarín, se lo pidió y el niñito quedó muy feliz de ver de nuevo a su conejito Saltarín y el conejo y el niñito quedaron muy felices para siempre.


Saltarín, quedó con una enseñanza, nunca más se iba a subir a los edificios.

Diego Araya. 
http://kntacuentos.blogspot.com.ar

miércoles, 4 de abril de 2012

Marina y una buena acción


Marina vio a un chico que bajó corriendo de un auto y dejó en la vereda una pequeña caja, y luego volvió a subir al auto, que velozmente se alejó.
Marina se acercó a la caja y con asombro vio asomarse la cabecita de un perrito que parecía muy triste.
Apenada, Marina lo tomó entre sus brazos, y mientras lo acariciaba el cachorro movía su colita, tímidamente.
Comenzaba la época de vacaciones y Marina había hecho planes para ir, con su hermano Carlitos, a la pileta de unos amigos. Pero ahora se encontraba con un perrito en brazos, sin saber qué hacer.
Decidió volver a su casa y explicar a sus padres lo sucedido, tenía miedo de que la retaran, sin embargo nada de eso ocurrió y todos aceptaron la llegada del cachorro. Pero Marina quería saber por qué ese señor había abandonado al perrito y lo que era peor, por qué había mandado a su hijo a hacer algo tan malo.
El papá permaneció en silencio, él tampoco entendía. Sus ojos se pusieron brillantes mientras buscaba las palabras para explicar algo que no tenía explicación.
-Miren chicos, hay gente que adquiere todo lo que le gusta. mientras no le ocasione problemas. En este caso, como ustedes ven, éste es un perro muy caro, no tuvieron inconvenientes en gastar dinero para , comprarlo, pero como ahora llegan las vacaciones y . no saben dónde dejarlo, simplemente lo abandonaron.
-Pero ¿por qué utilizó a su híjo?, insistió Marina.
-Hija, las personas que tienen el mal adentro de su corazón, no distinguen nada, sólo piensan en su propia comodidad.
-Papá, ¿podernos quedarnos con el perrito? preguntó Marina.
-¿Y tus vacaciones?, preguntó el papá.
-Las pasaré jugando con él y con Carlitos- quien muy emocionado, asentía con la mirada.
Desde el jardín llegaban las risas de los niños y los ladridos del cachorro, que rápidamente perdía la timidez inicial.
El padre los observaba tras la ventana sintiendo en su corazón la paz que dan las buenas acciones, aunque no podía dejar de pensar con tristeza, en el niño que fue obligado a abandonar al cachorro. Quizá ese niño también le estuviera pidiendo explicaciones a su padre, porque los niños se dan cuenta claramente cuando algo está mal, y si ese padre comprendiera lo que hizo, seguramente sentiría mucha vergüenza.
Sin dudas, estaba muy orgulloso al pensar que sus hijos habían cambiado sus vacaciones por una obra de bien.
Pancho Aquino

Fina la bailarina


Fina es una bellísima bailarina de ballet. Le encanta danzar con un vaporoso tutú y sus zapatillas de satín. Fina tiene un amigo: Peluso, un gatico blanco de pelo largo y suave y de ojos azules. A Peluso le encanta ver como Fina salta y gira, mientras parece flotar sobre el suelo.

Hoy Fina se está preparando para una actuación muy especial. El gatico, sentado sobre el tapete rosado que cubre el tocador, ronronea satisfecho mientras ella se empolva la cara.

Fina se siente feliz y nerviosa. Y es que esta noche bailara para los reyes. Peluso da su aprobación con un suave maullido cuando Fina se coloca un tutú azul con lentejuelas que resplandecen bajo los focos. Luego se ata las cintas de las zapatillas de ballet. Finalmente, Fina se recoge el pelo con horquillas de plata.

Peluso la encuentra guapísima. Fina la bailarina, ya preparada, se encamina de puntillas al escenario… Suena la música y Fina comienza a girar grácilmente sobre el suelo. El rey y la reina se quedan admirados: es la bailarina más hermosa que han visto en toda su vida.


Cuando el público aclama a la muchacha, Peluso vuelve a ronronear de alegría y orgullo y Fina se siente completamente feliz.
Anonimo

jueves, 7 de octubre de 2010

VELOCES CARACOLES

-¡Buenos, días, señoras y señores caracoles! ¡Les habla Mac Caracola, su comentarista favorito, desde el gran estadio de carreras de caracoles, el huerto de lechugas de la tía Pepa! Hoy nos espera una jornada inolvidable, donde el gran Caracolisto tratará de batir por quinta vez su récord mundial de velocidad... Ahí le tenemos, entrando a la pista, y haciendo sus famosos ejercicios de calentamiento... Los participantes se dirigen hacia la salida, ¡y comienza la carrera!...

Como siempre, Caracolisto toma unos centímetros de ventaja y continúa distanciándose de sus perseguidores... su progresión es espectacular, ha tardado menos de diez minutos en recorrer el primer metro y se dirige a cruzar la línea de meta en solitario... ¡un momento! ¿qué es eso?!
.......
¡Atención, señores espectadores!, les habla el servicio de emergencias por la megafonía... ¡Tenemos una emergencia, un pájaro ha entrado en el huerto de la tía Pepa! Corran todos a esconderse bajo la hoja de la lechuga más cercana.. repetimos, ¡corran a esconderse bajo la hoja de lechuga más cercana!
.......
ssshhhh.......hola, curiosos espectadores, soy Mac Caracola, retransmitiendo en susurros la emergencia, en directo bajo una hoja de lechuga. Prácticamente todos los caracoles están a salvo, pero ¡Caracolisto continúa en la pista! Parece muy confiado en que su gran velocidad le permita escapar... ahí le ven, saludando a las cámaras con gesto sonriente, empeñado en batir su récord... ¡¡oh, no!!
Señoras y señores, ha ocurrido una gran desgracia. Los increíbles reflejos y velocidad de Caracolisto no han servido de nada para escapar de un pájaro que volaba a velocidad de vértigo. Es una gran tragedia para el deporte caracolil. Aún podemos ver sobre nuestras antenas cómo el pájaro lleva a nuestro campeón entre sus garras... ¡un momento, lo ha dejado escapar! Caracolisto está cayendo... ¡increíble! ¡ha caído aquí mismo! ¡¡corre, corre campeón, ven a esconderte!!
......
¡espectacular, amigos espectadores! nos hemos mantenido en silencio durante algunos minutos, pero han podido ver en riguroso directo la increíble aventura de Caracolisto y cómo por milímetros ha escapado de una muerte segura. ¡Enhorabuena, campeón! ¿Tienes alguna palabra para quienes nos están viendo?
- Sí amigo, Mac. Tengo un susto de muerte, y sólo por no haberme dado cuenta de que aunque fuera el más rápido nunca podría igualar la velocidad de un pájaro. Menuda suerte he tenido, la verdad, me he roto un poco el caparazón, pero.. ¡he aprendido una buena lección de humildad!
- Así es, Caracolisto. Esperemos que todos los que nos han visto hayan aprendido que ser buenos en algo no nos hace invulnerables...
Bien amigos, aquí termina nuestra restransmisión, esperamos que hayan disfrutado de este histórico momento, y no olviden tomar .... ¡Lechugas Tomasa, de la huerta, a su casa!

 Pablo Sacristán.




martes, 15 de septiembre de 2009

Sona Mariama (cuento Senegal)

Había una vez un hombre que tenía una preciosa hija. Él se dijo a si mismo un día: "Mi hija es tan bonita que no dejaré que se case con ningún hombre. Yo mismo me casaré con ella".
Su mujer se entristecio cuando él le contó su decisión, pero simplemente dijo:
-De acuerdo.
Cuando la hija se hizo mayor, el padre anunció que se casaría con ella. Llamó a su hija para hablar con él y le dijo que sería su esposa. La muchacha contestó:
-Tu no me tomarás como esposa. Si no encuentras un buen marido para mi, iré a la selva y me encontraré con el elefante salvaje y dejaré que me mate.
Pero el padre insistio en que quería casarse con ella. Dijo también que la boda sería al día siguiente. La madre entonces avisó a la hija:
-Lo que debes hacer es esto: mañana por la mañana ven a verme temprano y pídeme la calabaza para transportar el agua. Asegúrate de que tu padre esté conmigo. Di en su presencia: "Madre, voy al pozo a buscar un poco de agua". Cuando llegues al pozo dejas la calabaza allí y luego corre lejos.
La hija estuvo de acuerdo con el plan trazado. Al día siguiente el padre mató una vaca. Luego se preparó para la boda. Mientras se estaba preparando llegó la hija y preguntó por la calabaza.
-Debo sacar agua del pozo -dijo- para prepararme para la boda.
Cogió la calabaza y la dejó al lado del pozo. Luego corrió rápidamente hacia la selva. Después de correr un rato se encontró a un búfalo. Él la miró con atención y le dijo:
-Chica, eres realmente preciosa.
Sona Mariama sonrió pero no dijo nada.
-¿Dónde vas? -le preguntó el búfalo.
-Voy a ver al elefante salvaje para dejar que me mate -dijo. Entonces empezó a cantar tristemente:
Mi padre dijo que yo, Sona Mariama, sería su esposa.
Mi madre dijo que yo, Sona Mariama, sería su coesposa.
Mis hermanos dijeron que yo, Sona Mariama, sería su madre.
Mis niños dirán que yo seré su abuela.
El búfalo dijo:
-Yo jamás he visto nada semejante, Sona Mariama. Tampoco nunca he oído nada semejante, Sona Mariama. Niña, has hecho bien en correr lejos.
La chica continuó su camino. Más lejos encontró a un león. El león quedó sorprendido de ver a una chica tan bonita. Y dijo:
-Eres una muchacha muy bonita ¿Adónde vas?
-Voy a ver al elefante salvaje para que me mate -dijo.
Mi padre dijo que yo, Sona Mariama, sería su esposa.
Mi madre dijo que yo, Sona Mariama, sería su coesposa.
Mis hermanos dijeron que yo, Sona Mariama, sería su madre.
Mis niños dirán que yo seré su abuela.
El león contestó al igual que lo hizo el búfalo:
-Yo jamás he visto nada semejante, Sona Mariama. Tampoco nunca he oído nada semejante, Sona Mariama. Niña, has hecho bien en correr lejos.
Como antes, la chica continuó su viaje, hasta que se encontró a un conejo. El conejo quedó perplejo por su belleza y le preguntó a dónde iba. Sona Mariama le contó su historia, y le dijo que estaba buscando al elefante salvaje para que la matara.
-Soy el mensajero del elefante salvaje -dijo el conejo-. Déjame que te lleve hasta él.
Sona Mariama siguió al conejo hasta la parte más densa de la selva. Intentó recordar el camino por el cual había llegado hasta allí pero no pudo. "No importa" pensó. "Da igual que esté perdida. Pronto me encontraré cara a cara con el elefante salvaje y este será mi final". El conejo iba delante y Sona Mariama lo seguía hasta que llegaron a una densa arboleda.
-Aquí es donde vive el elefante salvaje -dijo el conejo-. ¿Quieres entrar a verlo o prefieres correr lejos?
-Debo verlo inmediatamente -dijo Sona Mariama, que entró en el círculo de árboles.
Dentro estaba oscuro, pero pudo oír cómo la tierra retumbaba cuando el elefante se levantaba de su sueño y se acercaba a ella.
-¿Quién ha osado entrar en mi refugio? -murmuró el elefante.
-He sido yo, Sona Mariama -dijo la chica.
El elefante salvaje se paró en cuanto la vio. Era realmente preciosa.
-Siéntate -dijo-. Ahora cuéntame por qué has venido a estorbar mi sueño.
-He venido para morir -respondió ella.
Mi padre dijo que yo, Sona Mariama, sería su esposa.
Mi madre dijo que yo, Sona Mariama, sería su coesposa.
Mis hermanos dijeron que yo, Sona Mariama, sería su madre.
Mis niños dirán que yo seré su abuela.
El elefante salvaje dijo:
-Yo jamás he visto nada semejante, Sona Mariama. Tampoco nunca he oído nada semejante, Sona Mariama. Pero todavía no puedo matarte. Dile al conejo que te lleve hasta el campamento del rey y deja que él decida.
Ella estuvo de acuerdo en ir con el conejo. Cuando llegaron, encontraron al rey y a todos sus consejeros sentados. Todos quedaron sorprendidos de la belleza de la muchacha...

-¡Qué bonita eres! ¿Cómo te llamas? -le preguntaron.
-Sona Mariama -contestó.
-¿Por qué has sido traída aquí?
Les contó el plan de su padre y cómo, con la ayuda de su madre, había escapado hasta la selva. Les contó que se había encontrado al búfalo y al león. También cómo el conejo la había conducido hasta el elefante salvaje y de que éste se había entristecido por ella y había dejado el caso en manos del rey. El rey quedó sorprendido por su historia. Inmediatamente llamó a un mensajero para que trajera al padre con ellos. Cuando fue traído ante la corte, el padre se arrojó a su merced. Estaba profundamente arrepentido de su comportamiento. El rey no lo castigó, pero fue enviado a casa en desgracia. Luego, el rey dijo a sus consejeros:
-Traigan el Tambor Real.
Empezaron a tocar el tambor. Cantaban:
El Tambor Real suena... por Sona Mariama... por Sona Mariama... Sona Mariama.
Cuando la gente oyó el tambor, se acercaron al campamento del rey. Había fiesta y bailaban. Todo el mundo estaba contento en esos momentos. El sonido del tambor real por una mujer significaba que el rey quería casarse con ella. Y ese tambor continua sonando en este día. Sona Mariama se casó con el rey.

lunes, 24 de agosto de 2009

viernes, 14 de agosto de 2009

UNA MUÑECA EXCLUSIVA

Ana tenía una pequeña muñeca de trapo a la que llamaba Perla. Era una muñeca simple, incluso anodina, pues no había nada en ella que, a primera vista, llamara la atención. A Ana no le gustaba nada aquella muñeca, pero sus padres no tenían dinero parar comprarle otra, así que, muy a su pesar, tenía que jugar con Perla.“La odio”, les decía a sus padres. “Es una muñeca vulgar y aburrida.”Perla se sentía muy infeliz cuando oía aquellas palabras, pero quería tanto a su dueña que siempre la perdonaba. Se decía a sí misma: ‘seguro que algún día Ana también me querrá a mi; sólo tengo que esperar’.
Un día, Ana invitó a unas amigas a su casa y todas sacaron sus muñecas para jugar. Pero en cuanto vieron a Perla, las niñas se echaron a reír.“¡Qué muñeca tan fea!”, dijo una. “Tiene una cara sosísima, y no tiene vestidos de noche exclusivos, ni un peinado exclusivo, ni unos zapatos exclusivos.”“Es súper normal”, dijo otra. “O sea, ¡es casi anti fashion!”“Por el amor de Dior”, dijo la tercera mirando a Ana, “qué horror tener una muñeca que no es exclusiva, ¿no?”
Ana estaba terriblemente avergonzada. Veía las muñecas de sus amigas, todas con sus ropas exclusivas, sus rizos exclusivos y sus complementos exclusivos… y, mientras, ella tenía que conformarse con Perla.Estaba harta, así que, aquella misma noche, Ana se metió en la cama y esperó a que su madre acudiera a darle el beso de buenas noches para decirle:“Mamá, ya no puedo más. Quiero que me compréis una muñeca nueva. Una que sea fashion y cool, como la de mis amigas. Una muñeca exclusiva.”La madre de Ana la vio tan decidida que tuvo que ceder:“De acuerdo, hija, buscaremos una de esas muñecas que dices.”
Al oír aquello, Perla se sumió en una tristeza de trapo. Se pasó toda la noche despierta pensando en qué sería de ella cuando Ana tuviera una nueva muñeca y se deshiciera de ella. Aunque Ana siempre la trataba con desprecio, Perla la adoraba. La quería con toda su felpa.Y de pronto, cuando el reloj marcó las tres de la madrugada, Perla tuvo una idea.Caminó hasta el escritorio de Ana y se encaramó al panel de corcho en el que la niña colgaba sus dibujos.‘Si quiere una muñeca exclusiva, tendrá una muñeca exclusiva’, se dijo.
Arrancó del corcho cinco chinchetas y las usó para hacerse… ¡piercings! Piercings en los labios, en las dos orejas y en las dos cejas. Cuando terminó, bajó del escritorio y fue a mirarse al espejo del ropero. Estaba satisfecha. Su aspecto era ahora absolutamente fashion. Absolutamente exclusivo.Perla se acostó de nuevo en la cama e imaginó lo que sucedería a la mañana siguiente cuando Ana la viese. ¡Una muñeca con piercings!‘Sin duda gritará de emoción al ver lo exclusiva que soy ahora’, se dijo la muñeca. ‘Y ya no pensará en deshacerse de mi. Tal vez incluso empiece a quererme. ¡Oh, eso sería fantástico!’
Pero lo que sucedió a la mañana siguiente fue algo para lo que ni siquiera Perla estaba preparada. Ana se despertó y, al abrir los ojos, no vio a su muñeca. Ni tampoco gritó de emoción. Porque Ana se había despertado muda, sorda de los dos oídos y ciega de los dos ojos.
Así fue como la niña descubrió que su muñeca siempre había sido la más exclusiva del mundo, pues era nada menos que una muñeca vudú. Y desde aquel día jamás se separó de ella. Es más, durante el resto de su vida trató a Perla con sumo cariño, mimándola como nadie había mimado nunca a una muñeca, porque sabía lo que podría pasarle si Perla sufría algún daño.

FIN