martes, 29 de abril de 2014

TERE, LA OVEJITA DORMILONA

“Tere” era una ovejita dormilona que vivía junto con sus compañeras de rebaño en un precioso pueblecito rodeado de montañas. Todos los días las ovejitas salían a pastar por la montaña y regresaban al establo poco antes de la puesta del sol.

“Tere” había recibido este apodo de sus compañeras porque, siempre, después de comer su ración de pasto, buscaba la sombra de un árbol y se quedaba bien dormida.
Roncaba con mucha fuerza, que molestaba a las otras ovejas. Además éstas tenían que despertarla al regresar al pueblo, pero, un día, decidieron darle un buen escarmiento.
– Hoy no avisaremos a “Dormilona”. Cuando despierte y no vea a nadie, se llevará tremendo susto. Así aprenderá a dejar el sueño para la noche y a valerse por sí misma -dijo una de las ovejas.
En efecto, después de comer, “Tere”, tal y como acostumbraba, buscó la sombra protectora de un árbol y, al cabo de unos instantes, se quedo bien dormida. Tal como lo habían acordado sus compañeras se fueron al pueblo sin llamarla. Cuando “Tere” se despertó, ya casi era de noche. Al verse abandonada, se asusto mucho y de prisa regreso al establo sola. 
Al llegar a éste, “Tere” fue amonestada por sus compañeras.
–De ahora en adelante, ninguna de nosotras va a ser tu “despertador”. Esperamos que lo de hoy te haya servido -le dijo una de ellas. 
Sí, “Tere”, dormilona... ya no volvió a merecer tal nombre, pues comprendió que no había actuado bien con sus compañeras. Cada cosa, en su momento, amiguitos.

Moraleja:

¡Con responsabilidad debes proceder, o a las consecuencias te debes atener!

LOS SUEÑOS DEL SAPO - a Felipe Fuentes

Una tarde un sapo dijo: 
–Esta noche voy a soñar que soy árbol. Y dando saltos, llegó a la puerta de su cueva. 
Era feliz; iba a ser árbol esa noche. 
Todavía andaba el sol girando en la rueda del 
molino. 
Estuvo un largo rato mirando el cielo. Después bajó 
a la cueva, cerró los ojos y se quedó dormido. 
Esa noche el sapo soñó que era árbol. A la mañana 
siguiente contó su sueño. Más de cien sapos lo 
escuchaban. 
–Anoche fui árbol –dijo–, un álamo. Estaba cerca de 
unos paraísos. Tenía nidos. Tenía raíces hondas y 
muchos brazos como alas, pero no podía volar. Era 
untronco delgado y alto que subía. Creí que caminaba, pero era el otoño llevándome 
las hojas. Creí que lloraba, pero era la lluvia. Siempre estaba en el mismo sitio, 
subiendo, con las raíces sedientas y profundas. No me gustó ser árbol. 
El sapo se fue, llegó a la huerta y se quedó descansando debajo de una hoja de 
acelga. Esa tarde el sapo dijo: 
–Esta noche voy a soñar que soy río. 
Al día siguiente contó su sueño. Más de doscientos sapos formaron rueda para oírlo. 
–Fui río anoche –dijo–. A ambos lados, lejos, tenía las riberas. No podía escucharme. 
Iba llevando barcos. Los llevaba y los traía. Eran siempre los mismos pañuelos en el 
puerto. La misma prisa por partir, la misma prisa por llegar. Descubrí que los barcos 
llevan a los que se quedan. Descubrí también que el río es agua que está quieta, es la 
espuma que anda; y que el río está siempre callado, es un largo silencio que busca 
las orillas, la tierra, para descansar. Su música cabe en las manos de un niño; sube y 
baja por las espirales de un caracol. Fue una lástima. No vi una sola sirena; siempre 
vi peces, nada más que peces. No me gustó ser río. 
Y el sapo se fue. Volvió a la huerta y descansó entre 
cuatro palitos que señalaban los límites del perejil. 
Esa tarde el sapo dijo:–Esta noche voy a soñar que 
soy caballo. 
Y al día siguiente contó su sueño. Más de 
trescientos sapos lo escucharon. Algunos vinieron 
desde muy lejos para oírlo. 
–Fui caballo anoche –dijo–. Un hermoso caballo. 
Tenía riendas. Iba llevando un hombre que huía. 
Iba por un camino largo. Crucé un puente, un pantano; toda la pampa bajo el látigo. 
Oía latir el corazón del hombre que me castigaba. Bebí en un arroyo. Vi mis ojos de 
caballo en el agua. Me ataron a un poste. Después vi una estrella grande en el cielo; 
después el sol; 
después un pájaro se posó sobre mi lomo. No me gustó ser caballo. Otra noche soñó 
que era viento. Y al día siguiente dijo:–No me gustó ser viento. 
Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente: –No me gustó ser luciérnaga. 
Después soñó que era nube, y dijo: –No me gustó ser nube. 
Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua. Otra noche soñó que 
era viento. Y al día siguiente dijo: 
–No me gustó ser viento. Soñó que era luciérnaga, y dijo al día siguiente: 
–No me gustó ser luciérnaga. Después soñó que era nube, y dijo:–No me gustó ser 
nube. Una mañana los sapos lo vieron muy feliz a la orilla del agua. 
-¿Por qué estás tan contento? -le preguntaron. 
Y el sapo respondió: 
-Anoche tuve un sueño maravilloso...
Soñe que era sapo. 

Javier Villafañe