lunes, 24 de agosto de 2009

viernes, 14 de agosto de 2009

UNA MUÑECA EXCLUSIVA

Ana tenía una pequeña muñeca de trapo a la que llamaba Perla. Era una muñeca simple, incluso anodina, pues no había nada en ella que, a primera vista, llamara la atención. A Ana no le gustaba nada aquella muñeca, pero sus padres no tenían dinero parar comprarle otra, así que, muy a su pesar, tenía que jugar con Perla.“La odio”, les decía a sus padres. “Es una muñeca vulgar y aburrida.”Perla se sentía muy infeliz cuando oía aquellas palabras, pero quería tanto a su dueña que siempre la perdonaba. Se decía a sí misma: ‘seguro que algún día Ana también me querrá a mi; sólo tengo que esperar’.
Un día, Ana invitó a unas amigas a su casa y todas sacaron sus muñecas para jugar. Pero en cuanto vieron a Perla, las niñas se echaron a reír.“¡Qué muñeca tan fea!”, dijo una. “Tiene una cara sosísima, y no tiene vestidos de noche exclusivos, ni un peinado exclusivo, ni unos zapatos exclusivos.”“Es súper normal”, dijo otra. “O sea, ¡es casi anti fashion!”“Por el amor de Dior”, dijo la tercera mirando a Ana, “qué horror tener una muñeca que no es exclusiva, ¿no?”
Ana estaba terriblemente avergonzada. Veía las muñecas de sus amigas, todas con sus ropas exclusivas, sus rizos exclusivos y sus complementos exclusivos… y, mientras, ella tenía que conformarse con Perla.Estaba harta, así que, aquella misma noche, Ana se metió en la cama y esperó a que su madre acudiera a darle el beso de buenas noches para decirle:“Mamá, ya no puedo más. Quiero que me compréis una muñeca nueva. Una que sea fashion y cool, como la de mis amigas. Una muñeca exclusiva.”La madre de Ana la vio tan decidida que tuvo que ceder:“De acuerdo, hija, buscaremos una de esas muñecas que dices.”
Al oír aquello, Perla se sumió en una tristeza de trapo. Se pasó toda la noche despierta pensando en qué sería de ella cuando Ana tuviera una nueva muñeca y se deshiciera de ella. Aunque Ana siempre la trataba con desprecio, Perla la adoraba. La quería con toda su felpa.Y de pronto, cuando el reloj marcó las tres de la madrugada, Perla tuvo una idea.Caminó hasta el escritorio de Ana y se encaramó al panel de corcho en el que la niña colgaba sus dibujos.‘Si quiere una muñeca exclusiva, tendrá una muñeca exclusiva’, se dijo.
Arrancó del corcho cinco chinchetas y las usó para hacerse… ¡piercings! Piercings en los labios, en las dos orejas y en las dos cejas. Cuando terminó, bajó del escritorio y fue a mirarse al espejo del ropero. Estaba satisfecha. Su aspecto era ahora absolutamente fashion. Absolutamente exclusivo.Perla se acostó de nuevo en la cama e imaginó lo que sucedería a la mañana siguiente cuando Ana la viese. ¡Una muñeca con piercings!‘Sin duda gritará de emoción al ver lo exclusiva que soy ahora’, se dijo la muñeca. ‘Y ya no pensará en deshacerse de mi. Tal vez incluso empiece a quererme. ¡Oh, eso sería fantástico!’
Pero lo que sucedió a la mañana siguiente fue algo para lo que ni siquiera Perla estaba preparada. Ana se despertó y, al abrir los ojos, no vio a su muñeca. Ni tampoco gritó de emoción. Porque Ana se había despertado muda, sorda de los dos oídos y ciega de los dos ojos.
Así fue como la niña descubrió que su muñeca siempre había sido la más exclusiva del mundo, pues era nada menos que una muñeca vudú. Y desde aquel día jamás se separó de ella. Es más, durante el resto de su vida trató a Perla con sumo cariño, mimándola como nadie había mimado nunca a una muñeca, porque sabía lo que podría pasarle si Perla sufría algún daño.

FIN

sábado, 8 de agosto de 2009

LA MUÑECA DE KAFKA

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de veces, Dora, su pareja, lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa.
“¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. ¡Tres semanas! Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la mueca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, sin no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de despedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.
PAUL AUSTER